LITIO, SUEÑOS Y PESADILLAS PLAGADOS DE IMPRECISIONES‏

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Juan Carlos Zuleta
La Paz, (Hora 25).- En un artículo publicado ayer bajo el título “Litio, sueños y pesadillas” por Los Tiempos de Cochabamba y reproducido por HidrocarburosBolivia.Com, Diego Ayo, pretende orientar al país sobre un tema que con seguridad será motivo de gran debate durante el año que comienza. Lamentablemente, introduce demasiadas imprecisiones en el análisis que me veo en la urgencia de señalar a continuación.

El experto refuta varias imprecisiones sobre el mercado potencial de baterías recargables y otros aspectos de la economía el litio.

Primera imprecisión: “Exportar litio supone amarrarnos, primero, al mundo asiático: el 80 por ciento de lo que se usa, se lo hace en Asia con énfasis en China y Corea del Sur”.

Si el autor del artículo se refiere al mercado potencial de baterías recargables, es probable que los requerimientos de más litio en los próximos cinco años provengan del Asia, pero el énfasis debería ponerse primero en el Japón y Corea del Sur y luego en la China (en ese orden) y no como señala el autor en la China y Corea del Sur (el orden del autor). Es más, olvidarse de situar al Japón en el primer lugar de la lista, particularmente para los próximos cinco años – tiempo en el cual él sueña en que el proyecto de litio del gobierno arrancará con la industrialización, sopesando las dificultades y los innumerables desaciertos que enfrenta actualmente – me parece una grosera equivocación, máxime si se tiene en cuenta que a la fecha la firma (japonesa) Panasonic, que desde diciembre de 2009 detenta la mayoría de las acciones de Sanyo, ha conformado – de lejos – el mayor conglomerado productor de baterías recargables del mundo y aspira a copar al menos la mitad del mercado en ese mismo período de tiempo.

Segunda imprecisión: “Qué duda cabe que el litio es un material indispensable en el mundo de la informática y/o automovilística (ya un 90 por ciento de los celulares tienen baterías de litio al igual que el 20 por ciento de los automóviles).”

A tal grado llega la desinformación del autor que se anima a decir que el 20 por ciento de los automóviles ya tienen baterías de litio, sin aclarar si se refiere al total del parque automotor actual (estimado en más o menos mil millones de vehículos) o la producción anual de vehículos cada año (estimada en algo más de 60 millones de vehículos).

En el primer caso, tamaña afirmación significaría que el mundo ya tiene alrededor de 200 millones de vehículos con baterías de litio, mientras que en el segundo, estaríamos hablando de un total de 12 millones de vehículos con tal tipo de sistemas avanzados de almacenaje energético. Solamente le informo al autor que nadie menos que el máximo ejecutivo de Nissan, el señor Carlos Ghosn, uno de los principales pioneros de la electrificación de la industria automotriz global, ha lanzado hace poco el reto de lograr que al menos el 10% del mercado automotor de la tierra esté conformado por vehículos eléctricos hasta el año 2020. Esto significaría alrededor de 6 millones de vehículos eléctricos, dentro de casi 10 años y no 200 millones o, en el mejor de los casos, 12 millones ya circulando en el mundo.

Tercera imprecisión: “Hoy, podemos nutrirnos de nuestros propios recursos humanos (toda la industria no requiere de más de 500 técnicos de los que posiblemente no más de 60 a 70 sean realmente especializados) y ser experimentadores de nuevas tecnologías a ser replicadas en otras latitudes.”

En primer lugar: ¿A qué recursos humanos se refiere el autor? Espero que no esté hablando de los recursos humanos de la planta piloto, porque, de ser así, otra vez estaría incurriendo en un soberano error. Para su información, lo más probable es que en la planta piloto lo único que se ha venido haciendo, en los últimos dos años y medio más o menos y en el mejor de los casos, es “reinventar la rueda” aun a costa de la pérdida de una cantidad apreciable de recursos financieros y tiempo para el Estado boliviano. Tal como he manifestado en un reciente artículo (“La estrategia gubernamental del litio: una respuesta obligada”), “resulta importante señalar que aun en el caso de que el “proceso boliviano” fuera realmente diferente al utilizado en Chile, no representa ningún avance tecnológico de gran factura toda vez que estaría enmarcado en los esquemas tradicionales que utilizan procesos de evaporación por energía solar con un ciclo de producción de carbonato de litio que dura entre 14 y 18 meses. Esta tecnología desarrollada en el país del Mapocho y virtualmente transferida por un grupo de técnicos chilenos que actualmente se encontrarían trabajando en el proyecto piloto boliviano podría considerarse obsoleta si se tienen en cuenta los niveles proyectados de demanda de litio para los siguientes años, que requerirán, con seguridad, procesos de producción del codiciado metal cada vez más ágiles y sofisticados”.

En segundo lugar, ¿de dónde saca las cifras de no más de 500 técnicos de los que sólo de 60 a 70 serían realmente especializados? Si su fuente son los datos del gobierno, lamento decirle que podría tratarse de una nueva imprecisión por cuanto, como he señalado en diferentes oportunidades, hasta la fecha el gobierno no cuenta con una estrategia del litio.

Cuarta imprecisión: “Ser autosuficientes. Ya se vio el deseo que tienen diversos países en nuestro litio, al menos eso dice el Gobierno, que con un crédito de casi 500 millones de dólares del Banco Central la cosa se pone a andar. Repito: con nuestra plata. No excluye asociarnos a capitales extranjeros pero ciertamente como socios menores y, en especial, en la fase industrial y no antes.”

A mi entender, “ser autosuficientes” significa tener capacidad de cubrir nuestra propia demanda de algo. ¿Sabrá el autor que Bolivia no produce absolutamente nada que demande algo de litio? Entonces, ¿de que autosuficiencia se puede hablar ahora? Adicionalmente, siguiendo el libreto repetido del gobierno, concluye sin ninguna base firme que podremos asociarnos a capitales extranjeros en la fase industrial y no antes. Aquí, introduce una nueva ambigüedad porque no aclara si se refiere a la producción de carbonato de litio a escala industrial o la fase de industrialización que implica la transformación de la materia prima (el litio), cualquiera que sea su nivel de procesamiento, en otros bienes intermedios (cátodos de baterías de iones de litio) o finales (baterías de iones de litio o carros eléctricos).

Quinta imprecisión: “Posiblemente, tanto el crecimiento enorme del mercado (por ejemplo cada año entran al mercado 60 millones de nuevos autos que podrían funcionar con baterías de litio) como nuestras enormes reservas (tenemos 10.000 hectáreas, frente a 3.000 del Salar de Atacama y 300 del Salar del Hombre Muerto en Argentina) nos posicionen sólidamente.”

Al parecer, el autor no tiene idea de que los datos que proporciona acerca de la extensión de los tres salares más importantes de América están dados en términos de kilómetros cuadrados y no en términos de hectáreas. Para su conocimiento, 1 hectárea es igual a 0,01 kilómetros cuadrados.

Adicionalmente, la superficie total del salar de Uyuni alcanzaría en realidad a 12.000 km2, en tanto que la del Salar del Hombre Muerto llegaría a 660 km2. ¡Cómo se nota que el autor no está familiarizado con estos temas!

Sexta imprecisión: “Ya veo a los dirigentes de Comcipo pelear hasta las últimas consecuencias por ´sus´ recursos naturales. Ya lo vimos con la Empresa de Recursos Evaporíticos que hasta ahora no funciona por intransigencias mutuas. Posiblemente termine descuartizada como YPFB. Todo eso ya nos saboteó allá por los 90 la posibilidad de lucrar con este recurso. Es verdad que Lithco Corporation se quedaba con una grosera tajada (y había mucho de estafa en ello) pero también es cierto que los capitales se fueron al salar del Hombre Muerto generando una riqueza que en alguito nos hubiese beneficiado.”

El autor yerra nuevamente. Los términos del contrato con la Food Machinery & Chemical Corporation (FMC) – ex LITHCO, eran absolutamente leoninos y, por tanto, inaceptables. Entre las cuatro enmiendas que planteó en julio de 1992 el congreso de Bolivia al contrato suscrito por el gobierno de Jaime Paz Zamora en febrero del mismo año, que desataron la furia y el rechazo de la transnacional, se destacan dos.

En primer lugar, la FMC mantuvo la posición de no aceptar la homologación del incremento de la alícuota del Impuesto al Valor Agregado (IVA) – del 10 al 13% – realizado por el gobierno nacional en mayo de 1992, aparentemente bajo el argumento de que el contrato se había suscrito antes de la aprobación de esta medida, en total desconocimiento del derecho soberano de la República de Bolivia a modificar sus leyes en el momento en que considerara conveniente.

En segundo lugar, la introducción de una modificación a la cláusula de duración del contrato dirigida a evitar que la empresase quede en Bolivia por 40 años sin la seguridad de que explote un solo gramo de litio y pueda incluso solicitar una prórroga de 10 años más, tampoco fue del agrado de la compañía estadounidense, pues desnudó su intencionalidad de mantener el área de mayor concentración de litio del Salar de Uyuni en calidad de reserva estratégica. Está claro que como el autor no tiene el menor conocimiento de esta temática, tampoco debe saber que, con base en una larga investigación, precisamente en esa época me atreví a afirmar que la negativa de la FMC a venir a Bolivia estuvo vinculada ante todo a las condiciones del mercado mundial del litio.

Para entonces ya se visualizaban dos grandes aplicaciones del litio: baterías para vehículos eléctricos y fusión nuclear. Al respecto, en diciembre de 1992 la General Motors (GM) Corporation, primera fábrica de automóviles del mundo en el momento, anunció la suspensión indefinida de producción de vehículos en serie programada inicialmente para mediados de los 90. Asimismo, se conoció que el proyecto de construcción del reactor nuclear ITER en Francia iniciado en 1987 también sufriría una demora importante.

Según mi análisis, ambos eventos contrajeron las expectativas de demanda del litio para los siguientes años generando un “retraso tecnológico” que duraría entre 20 y 30 años. A la FMC no le convenía invertir en Uyuni, un yacimiento con más de 5,4 millones de TM de litio, en ese momento, sino apostar al Salar del Hombre Muerto (Argentina), un yacimiento con sólo 130.000 TM de litio. Si bien le interesaba obtener la concesión de Bolivia, hacia fines de 1992, el proyectodel Salar de Uyuni había dejado de ser su primera prioridad. Si el contrato era finalmente aprobado por el Congreso estaba bien, pero la idea no podía ser otra que mantener las reservas bolivianas sin explotarlas hasta que mejoraran las condiciones de mercado. En mi artículo publicado en Hoy el 13 de enero de 1993 (dos días antes de conocerse la determinación final de la FMC de alejarse de Bolivia) bajo el título de “El rechazo de la FMC Corporation: Una búsqueda de explicaciones”, puse todo lo anterior al descubierto.

Me pregunto si luego de leer la anterior explicación, el autor del artículo “Litio, sueños y pesadillas” seguirá pensando que el contrato con la ex LITHCO “en alguito nos hubiese beneficiado”.

FUENTE: Aula Libre

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