ÚLTIMO NÚMERO DE HORA 25 EN LAS CALLES: NI EVO, NI JUAN: AUTOORGANIZACIÓN SOCIALISTA

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La Paz, (Hora25).- Después de una primera fase de ilusión popular sobre el “proceso de cambio”, que pretendiera conjurar la intacta miseria material del pueblo boliviano, con demagógicas medidas económicas del actual nacional-populismo masista (bonos y circo político), la coyuntura política encuentra un punto de esclarecimiento, fugaz pero de inevitable realineamiento ideológico-político, debido a la primera crisis de legitimidad del Estado Plurinacional resultante del “gasolinazo” decretado por el MAS el pasado 26 de diciembre del 2010 y abrogado vicariamente por la movilización popular el último día del año.

Hugo Rodas Morales

Las explicaciones sobre la decisión del gobierno del MAS de incrementar el costo de los principales carburantes líquidos (gasolina, diesel y otros) en hasta un 82% no pueden evitar lo que toda crisis de legitimidad extiende de manera indetenible: el desnudamiento de los supuestos de análisis y las prácticas políticas correspondientes de todos los actores implicados sin excepción, incluidos los que callan su palabra al respecto, por regla los intelectuales y en este caso, la nueva intelectualidad académica paraestatal, reemplazante de la liberal del periodo de crisis del anterior tipo de Estado.

El hecho de que sea distinto el carácter clasista de la crisis de los gobiernos neoliberales respecto al nacional-populismo de derecha del MAS (2006 en adelante), de sentido común para el análisis teórico-político, es inadvertido por tres grandes relatos tradicionales: el de la derecha señorial tradicional, el del neopopulismo pasado y el del porismo sindicalista.

La propia realidad, esa gran fe de erratas de todo análisis político (a decir de Marcelo Quiroga Santa Cruz) ha dejado de lado toda significación de muchas interpretaciones convenientemente ambiguas, algunas de ellas próximas en algún momento a esa ficción de “gobierno de los movimientos sociales” que es el MAS, esa suma heteróclita de ex grupos de izquierda burocrática que ya no cuenta con la confusión histórica del anarcosindicalismo, las variaciones sobre lo mismo del anarquismo de ONG (hoy uniforme y autocensuradamente oficialista) y sobre todo, una “opinión pública” que simulaba matizar con ocurrencias más o menos intempestivas la política económica gubernamental. Tampoco quedan apenas argumentos nuevos a la inorgánica “oposición de derecha”, que en su atraso ideológico se declara procapitalista antes que liberal o que a sentencias liberales adereza el capitalismo como único destino de la sociedad global. Entrecomillo la expresión porque es evidente que su unidad estuvo dada por la fortaleza contraria del gobierno del MAS, mientras la palabra “izquierda” era parte de su imagen electoral e internacional triunfante.

Lo indicado es apenas una mirada grosera sobre el espectro político boliviano, que debiera y no podrá serlo en la brevedad de este espacio, caracterizarse en detalle y describiendo los tiempos diversos por los que atravesó la actual fase hasta llegar a los contornos que ahora se dibujan con mayor y más justa nitidez. La última década es sin duda un momento que ha quedado delimitado y significado en nuestra historia entre los dos hitos de un fin de legitimidad que marcan tanto al Estado liberal como al grotesco Estado Plurinacional, esto es, entre la revuelta popular (no guerra) por el derecho al agua en Cochabamba (2000) y el programa de una tercera nacionalización de los hidrocarburos, en la preinsurrección (no guerra) de El Alto (2003) y el autodesenmascaramiento del gobierno del MAS en el “gasolinazo” del 26 de diciembre pasado (2010).

POSIDEOLOGÍA DEL MNR

Entre el 2000 y el 2005 un Estado liberal que sobrenadara la sangre de la conquista de la democracia en 1979 (lucha popular frente al ciclo de dictadura mi-litar de 1964-1978) a través del gobierno prematuro del MNR en 1984 (Víctor Paz Estenssoro) y sus decadentes y oportunistas sucedáneos (ADN, MIR) no logró subsistir sumando a todo el espectro de centro-derecha (CONDEPA, UCS, NFR) de la mano del símbolo de la prebenda (gral. Hugo Banzer Suárez) en que se convirtiera el Estado del ´52 con el paso del tiempo.

En el siguiente lustro, entre el 2006 y el 2010, el nuevo gobierno que forjó un Estado Plurinacional a medida de su ideología de “ampliación con nuevas élites indígenas” como especulara el vicepresidente Álvaro García, no logra ya cerrar los ojos al pueblo respecto de su proyecto de reformas poscapitalistas, aunque sume diversos saldos: de la vieja izquierda tradicional (PCB, PCML, PS-1 y otros, sin olvidar al MIR en sus viejas y nuevas generaciones: de Paz Zamora e hijo a Antonio Aranibar, Juan del Granado, Walter Delgadillo o la pequeña burguesía afín, hijos de los mártires de la Harrington en funciones diplomáticas oficiales o informales, como Angélica Navarro Llanos (embajadora en Suiza), Hugo José Suárez (asesor de la embajada en México) y tantos otros que mediante una práctica de reciclamiento político clientelista se unen al mismo proyecto que no repudian sino que también alimentan parcialidades de la ultrareaccionaria Unión Juvenil Cruceñista como el dirigente Ángel Pérez y otros de la UJC (cooptada por el dirigente campesino del MAS, el oriental Isaac Ávalos) y operadores del neobanzerismo y la derecha tradicional, como el ex senador por PODEMOS, Roberto Ruiz Bass Werner, igual que José Antonio Aruquipa o Palmiro Soria Saucedo (ex ministro y parlamentario de ADN, actual embajador en Cuba).

EL PÉNDULO SOBRE LO MISMO

Del “cambio de timón” en el fracasado proyecto petrolero de renegociación con las empresas transnacionales reivindicado por Ruiz Bass Werner o por funcionarios de ONG y ex diplomáticos del MAS como José Pinelo (cuyas opiniones amplifica la página electrónica Rebelión), a la declaración expresa y las medidas expuestas por el vicepresidente en el sentido de la necesidad de alentar la inversión de las transnacionales petroleras por el gobierno de Evo Morales (MAS) no existe sino la obligada línea de continuidad de un proceso no de cambio sino de reforma y continuación agravada de las condiciones de la explotación capitalista de los recursos naturales de Bolivia. Como la realidad política es una complejidad que se presta a los enigmas, en particular cuando el discurso de “izquierda” y el de “derecha” demuestran los mismos fines tecnocráticos, el análisis de cómo se llega a callejones sin salida semejantes en los que sólo se avizora la protesta popular movilizada y creciente y su represión por la fuerza del Estado parece innecesario y se impone el exorcizar también con meras palabras dicho horizonte. Esto es lo que sucede, pero con las notas inevitables del desencanto, con la mayoría de analistas políticos y de opinión, cuyo modelo de realidad podría ser el diario La Razón que exhibe una esquizofrenia en aumento al tener que defender desde sus páginas la política oficialista (en especial la imagen del Vicepresidente) y la de momentáneos contradictores en riesgo, como Juan del Granado por el MSM. Triunfará al final aquél que proporcione la mejor fuente de empleo como es inevitable, salvo una nueva ficción de unidad conforme por otro tiempo breve a los jefes políticos en desacuerdo, Evo y Juan. Es el pueblo el que no tiene prensa, como no sea para deplorar su protesta “vandálica” (según el Vicepresidente) y peligrosa (para todos los actores políticos en escena, incluidos los analistas y columnistas de este tiempo). Salvo la aguda columna del escritor Rubén Vargas que comprende el bisturí del humor (en el diario La Razón, ver su notable “Rebelión en la granja”, del 09.01.11) y nuevas voces jóvenes que puedan emerger, el resto de mensajes en su gran mayoría profundiza el mismo surco previsible de interpretaciones personales ad hoc y de expectativa más que de orientación con un comentario claro y arriesgado, vistos los veleidosos humores del Jefazo (que deslumbrara con su franqueza a desprevenidos periodistas argentinos como Martín Sivak) y las letanías de “reconducción” del “proceso de cambio” que comienzan a surgir dentro del MAS (Raúl Prada y otros del ala Choquehuanca) y que el jefe del MSM efectúa más bien para ganar tiempo que con la esperanza de verse fácilmente liberado de las graves observaciones de la Contraloría en su contra, con el fin de su posmoderno “descabezamiento” por el jacobino vicepresidente.

Todavía podría creerse que se trata de rupturas y lucha al interior de la pequeña burguesía, la gobernante y la que tenía por promesa la continuación del “proceso de cambio”, que no incluyen al Jefazo, pero esta ilusión pronto será otro velo caído cuando en el próximo e ineluctable incremento de carburantes, cualquiera sea el grado de éste y sin alternativa en el proyecto neodesarrollista gobernante del MAS, deba ser él mismo (porque no podrá repetir la simulación del 26 de diciembre pasado, en que el Vicepresidente lo protegiera a costo suyo) quien ex-ponga nuevos eufemismos de un proyecto que como admite vergonzantemente otro periodista oficialista, Pablo Stefanoni, pretende dejar pasar por el tamiz de la voluntad popular, un “nuevo desarrollismo con consciencia ecológica” (Rebelión, 05.01.11).

DOS SÍNTOMAS DEL FIN: SOLÍZ RADA Y MESA GISBERT

En ese mar de opiniones que son tomas de posición menos disfrazadas cada vez y que aquí no describimos como en justicia corresponde, para la mejor comprensión por el pueblo boliviano de la representación de los intereses en pugna, destacan dos artículos por derecho propio, entre los que muestran lo sano del reciente estallido social contra el “gasolinazo” del MAS.

En caso se trata de un diagnóstico, el de Andrés Solíz Rada, sobre lo infructuoso del actual gobierno y lo que habría logrado. Esto último es especialmente iluminador respecto a las fantasías del nacional-populismo, que exhibe su ceguera ya insuperable a estas hora en que se ha develado la falsedad discursiva del “mandar obedeciendo” masista. Creyendo contradecir a Stefanoni escribe el mencionado y destacado intelectual de la ex CONDEPA y ex ministro de Hidrocarburos del MAS: “Se ha fortalecido la alianza Evo-FFAA, en su vertiente patriótica, que nacionalizó el petróleo, garantiza la cohesión nacional (frente a intentos separatistas), tiene presencia en todas fronteras y preserva la unidad de Bolivia”. (“Ocaso etnicista”, 04.01.11). La intemporal ilusión del porismo sindicalista, el discurso del Vicepresidente y el del nacional-populismo encuentran aquí un espejo común, en esta afirmación contra toda evidencia histórica y actual, del carácter “patriótico” del actual “proceso de cambio” por una insostenible “alianza” entre la entidad demostradamente populista del papel determinante del caudillo (Evo Morales) y unas Fuerzas Armadas intactas en su doctrina nacionalista y reaccionaria al estilo Banzer y García Meza, de imaginaria formación prerepublicana y supraconstitucional. Mientras el pueblo en general ha detectado que la forma de cooptar para un proyecto neodesarrollista a las viejas FF.AA. es mediante la prebenda en nuevas formas (financiamiento venezolano y ventajas respecto al resto de los estratos sociales, como el ofrecido 20% a las FF.AA. y la Policía para mitigar el “gasolinazo”), los restos del nacional-populismo superado nos recuerdan el sueño de unas FF.AA. que respondan antes que a la realidad de su función a los deseos de una copia de Perón en Bolivia, como lo fueron cuantos oficiales nacionalistas recuerda Solíz Rada. Este es un síntoma de lo anacrónico del populismo de derecha y lo lejos que están de dichas ficciones las actuales circunstancias de evolución de la lucha política en Bolivia.

Carlos Mesa no ha hecho menos en su reciente pronóstico de la realidad boliviana, con el tono apocalíptico e irremediable que dejara la protesta movilizada contra el “gasolinazo”. Es aconsejable comparar su “Ética humanista vs. ética revolucionaria” (Los Tiempos, 26.11.10) con la relectura de su valioso artículo: “La confirmación de un secuestro” (Página 7, 09.01.11), se refiere al secuestro de todo gobierno que responda al Estado capitalista por el pueblo movilizado (los así denominados por una sospechosa sociología académica al uso, “movimientos sociales”). Si ni siquiera Evo Morales puede garantizar la gobernabilidad (otro réquiem a favor del “proceso de cambio”, desde la supuesta “oposición de derecha” que declama el Vicepresidente), entonces Bolivia es un país en el que “el mal se ha hecho crónico”, un país “sin orden, ni concierto, sin autoridad”. En efecto, lo que no recuerda Mesa (ni Evo, ni Juan) es que la autoridad supone una dimensión de carácter moral y que el pueblo que se levanta contra sus gobernantes es porque éstos se han faltado al respeto que se debían en primer lugar a sí mismos.

CLARIDAD IDEOLÓGICA PENDIENTE

No es difícil extraer las lecciones obvias desde estos discursos y espejismos, es preciso reflexionar en detalle sobre lo que dicen y seguir el propio instinto político (el esclarecimiento ideológico es un proceso que requiere mayor esfuerzo y voluntad) que dicta que si ha parecido tan negativa la protesta popular movilizada es porque expresa el camino más consecuente con la historia popular desde 1979 y porque nie-ga el de las transacciones de 1982 y 1984. Pero si las ilusiones del optimismo y el pesimismo absolutos se van desmoronando es también necesario reflexionar sobre los últimos soportes que restan a un gobierno de transacción resultante del electoralismo como es el del MAS y continuaría una supuesta alternativa como la del MSM, y entre esos soportes, hay que decirlo, están las ilusiones de quienes han comprendido la claudicación reformista del MAS y la trampa del nuevo MIR denominado MSM, pero todavía confían en la ambigua especie que no dice nada llamada “proceso de cambio”(es lo que propone Raúl Prada por ejemplo) o le proponen alternativas técnicas jugando la lógica del Jefazo y, todavía un poco más allá pero sin atreverse a sugerir consignas y propuestas ideológicas claras y abiertas al debate, quienes temen la nueva ola de la protesta popular, esa que el Vicepresidente subestimó al convocarla mediante el impopular “gasolinazo” que ha convocado al pueblo movilizado por una parte y a las fuerzas represivas del actual Estado Plurinacional para un desenlace sobre el que nadie, menos Carlos Mesa, tiene la menor duda. Esta es la hora en que todos los jugadores se ven obligados a mostrar cartas y difícilmente podrán guardarlas marcadas como en los años previos. El 2015 es el plazo máximo para renovar el proyecto nacional-populista, si es que antes no vuelve a dar al pueblo la palabra como ya resulta inevitable.

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