Jorge Castel/especial para Hora 25
Peteco Carbajal, 57 años, argentino, guitarrista, poeta y cantor de la provincia de Santiago del Estero visitó La Paz en abril, para sorpresa de muchos de sus seguidores no vino a dar un concierto, simplemente a un paseo tal como se lo había sugerido hace muchos años su compatriota y fallecido cantor Jacinto Piedra. La visita terminó con la euforia de sus seguidores en un recital inédito en la ciudad de La Paz.
Eran los primeros días de abril, Peteco había recibido la noticia que sus hijos: Homero Carabajal y Martina Urlich, que también son parte de su banda, harían un viaje a tierras bolivianas pasando por la Quiaca, Villazón, Potosí, para finalmente encontrarse en la sede de gobierno. Al músico, que coincidentemente tenía una semana de libertad después de pasar en el verano por los grandes festivales del norte argentino, no le costó decir “yo también voy”.
Carabajal vivió momentos difíciles antes de su travesía -que por tierra son más de 30 horas de viaje- entre ellos la pérdida de un vuelo de Buenos Aires a Córdoba, el extravío de un pasaje en primera clase desde su natal Santiago hacia la Quiaca. “No me di por vencido, pero no podía entender por qué algo funcionaba mal. Era mucho para mí y tomé un taxi para perseguir al bus que me había dejado”. El error había sido que su madre le había dado un dato erróneo de la hora y el día de su viaje.
Finalmente Peteco, que había salido rápido con ropa ligera, llegó hasta la Quiaca por la noche. Allá no sabía qué hacer. Logró un contacto con una amiga quien le ofreció pasar la noche en una humilde morada que no rechazó ante la situación que vivía. “Ese momento me pregunté ¿qué hago yo aquí en este lugar? Qué suerte que tengo de encontrar a alguien”.
Al día siguiente, tomó un taxi hasta Tupiza y ante la noticia de que no se podía avanzar más porque había problemas en el camino pasó un día esperando a que un bus pueda dirigirlo hasta La Paz. Así fue. Emprendió de noche su travesías fascinado por el recuerdo que dejó en su mente los cerros colorados y paisajes de la región.
Con ropa ligera, Peteco Carabajal, emprendió un camino largo y duro, al que se sumaba el frío de la puna y la incomodidad del bus. “Me moría de frío, no sabía qué hacer, era intenso. En un momento a mitad del camino el bus paró y fui a comprar unas galletitas. En eso decidí compartir las galletas con un hombre que estaba a mi lado. Recibió la galleta y entablé conversación. Le contaba que era de argentina y continuó la charla haciendo referencia a Palito Ortega”.
Para Carabajal, el momento más valioso durante el viaje fue cuando el hombre que llevaba una manta de lana y que conocía el frío de la ruta se la puso en las rodillas en silencio, mostrando un poco de solidaridad ante el cantante que tiritaba de frío y no disimulaba. “Eso fue mi salvación le agradeceré toda la vida. Sin ese detalle no se que hubiera sido de mi”.
Peteco llegó a La Paz y simplemente atinó a buscar un hotel cómodo cerca de la terminal. Durmió al menos un día para recuperar las fuerzas y calmar el mal de altura conocido como sorojchi. “Cuando vi la ciudad desde el alto dije esta ciudad es única, cómo esta trepada en los cerros, ¡es hermosa!”.
Días antes Demi Carabajal, hermano del músico, me comunicó, vía Facebook, que el gran Peteco andaba por La Paz. Empecé a buscar contacto con amigos que supieran del paradero del artista, también por Facebook. Finalmente la noche del viernes 5 de abril, leí la frase: “mis hijos en Potosí y yo ando perdido en La Paz”. Ese fue el momento, cuando inicié el contacto para iniciar una serie de encuentros entre Peteco y sus seguidores, que no tenían la más mínima idea de quién estaba en Bolivia.
Peteco ya había pisado suelo boliviano, en Yacuiba, al sur del país, el año 1997 para participar en el Festifront. También el 2002, en Santa Cruz, junto a Yalo Cuellar y finalmente en Tarija, el 2007. Antes, tuvo una invitación para venir a jugar fútbol, cuando Maradona llegó al Hernando Siles a defender el fútbol en la altura, “pero no se dio porque tenía trabajo que cumplir en Buenos Aires”, recuerda.
El sábado 6 de abril nos encontramos. La primera actividad fue un paseo por la ciudad hasta el sur. Llegó hasta el Valle de la luna, lugar en el que simplemente quedó fascinado y pidió una sesión de fotos que posiblemente sean utilizadas en su próximo material discográfico.
En el camino conoció cómo en La Paz se baila y se canta la chacarera, ritmo de moda en todos los estratos sociales. También se enteró de las fraternidades que hacen gala de la danza en varias entradas folklóricas. En ese momento salió la charla de un lugar llamado la “Embajada Tarijeña” que le propuse conocer para tomar el pulso a “la movida” en La Paz, no sin antes invitarlo a participar en el programa radial “Borrando Fronteras”. Una llamada telefónica ya había alertado al dueño del lugar y otros músicos que Peteco quería compartir con la gente. La expectativa fue total.
El programa radial que se difunde los sábados a las 19.00 y que le debe el nombre a una de sus más emblemáticas chacareras: “Borrando Fronteras”, comenzó con esta misma canción cantada por él a viva voz. Este tema resume la hermandad de la región del chaco que comparten Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil. El programa fue toda una sensación. La gente empezó a llamar, a escribir mensajes de texto, mandar saludos y darle la bienvenida. Peteco, con mucha sencillez, contó su vida, habló de su padre Carlos Carababal y narró su carrera artística.
Tras dos horas de charla, llegó el momento de ir hacia la “Embajada Tarijeña”. Unas 100 personas desesperaban, cuando Peteco ingresó al lugar, arrancando aplausos de algarabía. A las 23.00, Peteco impresionado de ver tanta gente feliz, cantando, bailando y luego de acullicar coca y probar un vino patero, irrumpió en el escenario de la Embajada Tarijeña para compartir algunos de sus éxitos. “Muchas gracias por su cariño, estoy en La Paz, vine de incógnito, de turista, pero muy feliz de compartir con ustedes. Les regalaré algunas de mis canciones”, dijo. Comenzó con un escondido, luego vino la zamba “A mis viejos” de su disco “Arde la vida”. No faltó “Como pájaros en el Aire”, canción dedicada a su madre y continuó con la “Estrella Azul”, dedicada a su hijo Juan que tiene 29 años y vive en Austria. Finalizó interpretando el violín con su reconocido “Puente Carretero”. Hasta ese momento todo era felicidad, euforia y hasta lágrimas. Peteco terminó bailando chacarera y se despidió, no sin antes prometer un recital, no improvisado, el miércoles 10 de abril en la discoteca Ajayu de La Paz, junto a sus hijos Homero y Martina Urlich.
El lunes 8 de abril, Peteco fue a conocer las ruinas de Tiwanacu junto a Homero y Martina, quedando impactado por la belleza del lugar. El miércoles 10, Omar Rocha, Presidente del Concejo Municipal de La Paz, invitó a Peteco al palacio Consistorial para hacerle un “Reconocimiento de Honor”. “Se trata de un músico que ha retratado en sus canciones las luchas, pesares y alegrías cotidianas de los hombres y mujeres que con expresiones de amor, melodía y romanticismo hacen frente a la vida en nuestro país”, dijo Rocha. Peteco mencionó este momento en su cuenta Facebook: “me siento un protomártir, ahora me reconocen en el Concejo Municipal de La Paz”.
El miércoles 10 de abril, día del concierto, el grupo los Canarios del Chaco, a la cabeza de Omar Baldivieso, que se encontraba grabando su reciente material por 30 años de trayectoria, lo invitó a cantar una chacarera doble “Corazón Verdugo”. Con humildad y la sencillez que caracteriza a los grandes accedió al pedido que arrancó algunas lágrimas de emoción en los que presenciaban esta sentida composición en coautoría con Juan Carlos Carabajal, acompañando con la guitarra base, violín y voz.
En la discoteca Ajayu, esperaban unas 150 personas para presenciar el inesperado concierto. Como antesala al recital, se presentó un video de la dilatada y prestigiosa carrera musical del artista que compuso y compartió escenario con personalidades como Mercedes Sosa, León Gieco y Víctor Heredia, entre muchos otros.
Eran las 21.30, cuando el santiagueño con violín en la mano uno de los instrumentos que lo caracteriza irrumpió en el escenario del Ajayu, junto a parte de su banda conformada por Homero Carabajal, en la guitarra, y Martina Urlich en la batería. Peteco, en la hora y media que duró el concierto, mostró toda su calidad humana en la interpretación de sus canciones, transmitiendo poesía en canciones tan sentidas como “La estrella azul”, “Como pájaros en el aire”, “Déjame que me vaya”, “A mis viejos”, “El embrujo de mi tierra”, y para cerrar, “Entré a mi pago sin golpear”, temas que fueron coreados por el privilegiado público que asistió a esta única presentación en la ciudad de La Paz. En el evento la Oficialía Mayor de Culturas le otorgó al artista un nuevo reconocimiento. Agradeció este detalle y a varias personas que hicieron más grata su visita en La Paz.
Carabajal, quien vino como un turista más, al final de cinco intensos días, terminó tocando con pasión como si estuviera en el festival de Cosquín o La Salamanca y se despidió con la promesa de volver muy pronto. ¡Gracias por la magia al trovador argentino!
