AFP
Símbolo de prosperidad en Europa, Noruega –hoy en campaña electoral– tiene un problema de ricos: cómo gastar su inmensa riqueza en petrodólares sin que ello acabe perjudicando a su economía.
“Mientras los demás países de nuestro entorno están condenados a reducir sus gastos, nuestro gran desafío es que tenemos tanta riqueza petrolera que a veces acabamos utilizando ese dinero en malos proyectos no rentables” explica Oeystein Doerum, jefe economista del principal banco noruego, DNB.
El problema se vuelve acuciante con las próximas elecciones porque la derecha populista (Partido del Progreso, FrP), que seguramente formará nuevo gobierno con los conservadores tras su probable victoria en las legislativas del lunes, quiere abolir las reglas de ortodoxia presupuestaria que defienden los demás partidos.
A partir de 1990, el país coloca religiosamente sus ingresos petroleros en un fondo destinado a financiar a largo plazo su generoso Estado del bienestar.
Esos ingresos, invertidos en títulos y en el sector inmobiliario, constituyen ahora el mayor fondo soberano del planeta: 750.000 millones de euros que representan el 1,25% de la capitalización bursátil mundial.
Para que el fondo siga creciendo, una regla limita a 4% (el equivalente a su rendimiento esperado) el dinero que el gobierno puede retirar para completar su presupuesto, que es deficitario.
