Este martes 17 de diciembre, en el paraninfo de la UMSA la V Cátedra Libre Marcelo Quiroga debatirá ciencia, tecnología y desarrollo con soberanía. Adelantamos parte del debate.
Se podrá discutir qué tipo de ciencia y qué tecnología, pero es indiscutible que sin ellas y en abundancia y pertinencia, el comportamiento económico boliviana será más lento de lo deseable. A diferencia de la mayor parte de los países vecinos, nuestro país no destina cifras significativas al desarrollo del potencial científico, como lo demuestra el estudio recientemente concluido por el Viceministerio de Ciencia y Tecnología, dependiente del Ministerio de Educación. Dos cifras marcan el contraste. Mientras Brasil destina el 1,09% de su gigantesco PIB a estos menesteres, la pequeña economía boliviana, asigna apenas un 0, 08%. Otros estudios revelan que Brasil egresan seis mil doctores anualmente. Nuevamente en Bolivia la cifra es reducidísima y en postgrados que difícilmente cumplirían los estándares brasileños de calidad y acreditación. De allí que mientras el promedio latinoamericano es de 3,5 investigadores por cada mil habitantes activos, Bolivia ni se aproxime para nada a esa cifra. Tenemos registrados 1.479 investigadores e investigadoras, mientras que Brasil cuenta con 48.781.
En buenas cuentas carecemos de un sistema de Ciencia y Tecnología. Tenemos algunas buenas investigaciones concentradas en las universidades públicas—las privadas solo son de tiza y pizarra— y nada más.
Desarrollar Ciencia y Tecnología no puede dejarse librada al azar y requiere más bien de compromisos entre las universidades y el Estado. Hace años que este país vecino, por intermedio de la CAPES y El CNPq (Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico), agencias gubernamentales, invierten al año varias decenas de millones de dólares para capacitar sus recursos humanos a nivel postgradual, sea en las universidades brasileñas o en el extranjero. Con esta política, Brasil ha formado miles de doctores que permitieron investigar y formar investigadores de alto nivel.
Agenda 2025
Entre nosotros ocurre todo lo contrario. No existe una política pública de formación de recursos humanos a nivel postgradual; tampoco recursos (tanto que un importante emprendimiento en el área de hidrocarburos está financiado por una empresa privada, por ejemplo). Y por otra parte los recursos del IDH, que pudieron paliar esta tarea, fueron entregados a las universidades públicas sin ninguna orientación clara y definida para su uso. E incluso su utilización no es libre o Autónoma por parte de las entidades públicas pues están sometidas a trámites burocráticos no por parte del Ministerio de Educación, como podría suponerse, sino por el de Economía, que se rige por criterios contables de cuadrar la caja y no por normativas de promoción científica, trabándola y demorando el uso de recursos ya escasos, que de todas manera se amontona en las cuentas bancarias.
En la Agenda Patriótica 2025, en actual debate, se reconoce el rol de la ciencia y tecnología para impulsar la economía, superar la pobreza y universalidad de los recursos básicos. Declaraciones que ya se han realizado en otras oportunidades. Empero, sin duda porque la Agenda se está construyendo no se han definido los actores para implementar “nuestra propia tecnología” ni los recursos económicos y humanos necesarios para atravesar esta vía. La Agenda sin embargo se diferencia de enfoques anteriores porque apunta a un diálogo intercientífico entre la ciencia moderna y las prácticas y saberes ancestrales. Un procedimiento necesario pero del cual hay pocos antecedentes en el mundo y que hace de este recorrido más complejo que el de un simple enunciado o de la voluntad, pues se trata de crear no de repetir, o de adaptar y no de repetir. Como muestra un libro publicado no hace mucho por AGRUCO, centro de investigación perteneciente a la Universidad Mayor de San Simón, existen experiencias en ese sentido en Bolivia y Países Bajos con la papa, en la India con la salud y en Ghana con el conocimiento endógeno. Pero ningún sistema científico en su conjunto ha dado ese vuelco. En la Agenda, por otra parte, no está enunciada en rol que se otorga a la ciencia convencional y Occidental. ¿Su omisión supone que no formará parte de las políticas públicas de implementación? ¿Hablamos solamente de una ciencia endógena?
La Sabiduría de Ecuador
La estrategia de Ecuador, un país que comparte con Bolivia, la filosofía pluricultural /plurinacional, y el Buen Vivir o Vivir Bien, como se quiera, muestra un camino distinto. Su política de Investigación y Desarrollo pretende jugar en las ligas mayores del conocimiento mundial. Con una inversión inicial de 1.000 millones de dólares entre el 2012 y el 2017, el Estado por mano propia implementará la primera etapa de la Ciudad del Conocimiento, un centro especializado donde operará la Universidad de Investigación Tecnológica Experimental YACHAY. Sus estudiantes serán seleccionados y todos sus docentes deberán contar con un título de PHD en universidades de prestigio (que Ecuador ya está reclutando en todo el orbe). Adviértase que el presupuesto anual de 200 millones de dólares de YACHAY es poco menos que la mitad de la asignación presupuestaria de todas las universidades autónomas bolivianas, lo que proporciona un indicador de la magnitud de la inversión comprometida por el presidente Rafael Correa en desarrollar la formación de recursos humanos para formar recursos humanos que permitan pasar a Ecuador de un país primario exportador a otro exportador de tecnología.
Yachay, que contará con una moderna infraestructura con bibliotecas y aulas inteligentes, además de parques científicos tecnológicos, no rechaza trabajar con las comunidades locales ni con las universidades ya existentes, pero reafirma su propia agenda. En su primera etapa, prevista para el 2014, ofertará pregrado, pero tiene previsto avanzar al postgrado. ¿Qué disciplinas ofertará YACHAY?: Nanotecnologías, Energía Renovables, Biofarmacología, Nanoingenioería, Ingeniería de Polímeros, Ingeniería del Habitat, entre otras. Nada de Derecho, Medicina, Administración de Empresas y Contaduría Pública, que proliferan en nuestras universidades públicas y privadas.
Yachay es solo una de las cuatro universidades previstas por el gobierno del presidente Correa. La otra es Iquiam, para estudiar el Amazonía, la de la Artes, para desarrollar músicos, escritores y pintores, gestores, etc. y la de la Docente, para formar pedagogos y docentes que encaren la Reforma Educativa.
Sería bueno pues que los mentores de la Agenda Patriótica se dieran una vuelta por Ecuador. (El autor fue Viceministro de Educación Superior)