Viraje a la derecha del socialismo francés

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Bajo la pomposa denominación de “pacto de responsabilidad” Hollande presentó un plan de acción que contempla únicamente los intereses de las empresas. Dijo además que en el futuro va a “aclarar la situación” sobre su estado conyugal. Dice una nota de pagina12.com.ar. Similar proceso ya se vivió en Bolivia desde el 1 de mayo de 2006, cuando el Presidente Plurinacional y su equipo de colaboradores no quiso cumplir con la Agenda de Octubre.

Eduardo Febbro – Desde París

La izquierda francesa cambió de cultura política. En el curso de la tercera conferencia de prensa de su mandato, el presidente François Hollande cerró los portones de la socialdemocracia, con cuyos encantos fue electo, para abrir de par en par las ventanas a las políticas de corte liberal y acceder de paso a las demandas históricas del patronato francés. El socialismo francés entró el círculo de esa cosa híbrida que es el “socialismo europeo”: blando, cínico, liberal y gestionario. Con una vaga promesa de “aclarar la situación”, el presidente francés puso fuera de juego la curiosidad de los 500 periodistas que esperaban en la conferencia de prensa que el jefe de Estado se refiriera al cómico episodio que dejó al descubierto su relación clandestina con la actriz Julie Gayet. Este episodio es por demás anecdótico frente a la transformación de quien fuera elegido en 2012 con una promesa de justicia social y una declaración de guerra contra las finanzas. Aquellos cánticos contra los mercados hay que ponerlos hoy en el manual de las buenas intenciones. Como es ya común con los socialistas de finales del siglo XX y este siglo XXI, una vez que están en el poder toman el camino que repudiaron en la oposición.

Hollande siguió ese sendero y la patronal celebra ahora el regalo que acaba de recibir de la presidencia. Bajo la pomposa denominación de “pacto de responsabilidad”, el presidente francés presentó un plan de acción que contempla únicamente los intereses de las empresas. Se trata de un cheque en blanco que engloba una cuantiosa reducción de los costos de la mano de obra a cambio de la eterna promesa de que las empresas crearán más trabajo. El pacto y las transformaciones son profundos: como lo señala el semanario Le Nouvel Observateur, “antes se trataba de redistribuir para reactivar la producción. Esta vez se ayuda a la producción, o sea, a las empresas privadas, para redistribuir más tarde”.

La receta es ya conocida. Hollande terminó ayer de dar la espalda a sus promesas y a los electores de la izquierda con el célebre argumento según el cual “la oferta crea la demanda”. En cifras reales, el primer capítulo comprende una reducción del costo del trabajo mediante la eliminación, de aquí a 2017, de las cotizaciones familiares para las empresas y los trabajadores independientes. El ahorro, para las empresas, equivale a unos 35 mil millones de euros. Según prometió el presidente, el costo de esta solución no repercutirá en nuevos aumentos de impuestos, sino que será financiada economizando unos 53 mil millones de euros. Hollande aseguró que este dispositivo se financiará con una nueva reforma del Estado, con la lucha contra el fraude a la seguridad social, la simplificación de la política impositiva y la disminución del gasto público. Liberal, liberal liberal.

Esta línea apunta claramente a incrementar las ganancias de las empresas para que éstas desarrollen nuevos productos, tengan más actividad y, por consiguiente, contraten personal. Orientada como un cañón hacia el patronato, Hollande precisó en la conferencia de prensa que todo “sería simplificado”, aunque no para que merme “la seguridad social”, sino para “simplificar y facilitar la vida de las empresas”. El patronato francés estaba anoche embriagado de alegría. Los principales círculos patronales celebraron los anuncios del presidente mientras que los sindicatos sentían que el futuro se cernía sobre ellos con nubes ultraliberales. De hecho, el mandatario cedió ante la principal exigencia del Medef –el organismo que agrupa al patronato francés–. El Medef venía pidiendo desde hacía mucho que se eliminaran las cotizaciones de las empresas mediante las cuales se financian los subsidios familiares –5,4 por ciento del salario–. Hollande accedió a este principio. El jefe del Estado repitió que “mi único objetivo es el trabajo. Sólo lograremos reducir el desempleo si las empresas crean empleos”. El camino que eligió consiste en ofrecerles en bandeja un nuevo regalo a las empresas para ver si, cuando lo abran, éstas se deciden a distribuir. El hombre que llegó al poder prometiendo restaurar la socialdemocracia europea hizo el camino inverso: restauró el liberalismo en el seno de la socialdemocracia.

En cuanto a sus andanzas amorosas descubiertas por el semanario Closer, Hollande esquivó las preguntas. Alain Barluet, el presidente de la asociación de la prensa presidencial, fue el encargado de hacer la pregunta comprometida: “¿Sigue siendo Valérie Trierweiler la primera dama de Francia?”, dijo el periodista. El mandatario respondió que él y su compañera vivían “momentos difíciles y dolorosos” y prometió que dará las explicaciones necesarias antes de viajar a Washington, el próximo 11 de febrero. Una vaga sensación de infidelidad quedó flotando en el aire. La más importante es, desde luego, aquella que toca a los electores que eligieron al presidente con un programa muy distinto al de la agenda patronal que Hollande detalló como poción mágica para el futuro.

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