Yolanda Monge/El País
En contadas ocasiones la Administración norteamericana discute o explica temas que tengan que ver con el espionaje que su país realiza en el exterior –o interior- de EE UU, lo que hace todavía más relevante el hecho de que la Casa Blanca haya anunciado su compromiso de no volver a usar nunca una campaña de vacunación como tapadera en una operación de inteligencia.
Dieciseis meses después de que una docena de rectores de institutos de salud pública de EE UU escribieran al presidente Barack Obama en enero de 2013 protestando por el caso Afridi, la Casa Blanca, aunque no reconoce haber cometido ningún error sobre su decisión de usar un programa de vacunación de hepatitis en Abbottabad (Pakistán), donde se escondía Osama Bin Laden, para lograr muestras de ADN que permitieran saber que allí estaba el líder de Al Qaeda, sí da marcha atrás.
“Este caso es único y requería un análisis a fondo y una profunda revisión por nuestra parte antes de hacer cualquier tipo de anuncio público”, declaró un alto cargo de la Administración Obama en respuesta a por qué se ha tardado casi año y medio en responder a la queja de los rectores.
Pero sin reconocer el error, la Casa Blanca corrige su método y garantiza que no utilizará el material genético obtenido a través de esas falsas campañas de vacunación, además de que no volverá a usarlas en sus operaciones de espionaje. Un portavoz de la CIA aseguraba que el director de la Agencia, John Brennan, “se ha tomado muy en serio las preocupaciones expresadas por la comunidad de salud pública”.
Anterior a la muerte de Osama Bin Laden a manos de un grupo de Navy Seals en mayo de 2011 en su guarida de Abbottabad, la agencia de inteligencia utilizó al médico paquistaní Shakil Afridi en una operación de vacunación encubierta en las cercanías del recinto en el que se refugiaba el líder de Al Qaeda, para en realidad tomar muestras de ADN que permitieran establecer que había familiares de Bin Laden en la zona y ratificar sus sospechas de que el cerebro de los ataques del 11-S vivía en aquel pueblo de Pakistán.
Sin entrar en detalles –la CIA no los aporta-, la operación con Afridi fracasó y el médico fue condenado a más de 30 años de cárcel en Pakistán por traición. Su sentencia fue revocada y ahora Afridi espera entre rejas un nuevo juicio.
Pero más allá de la vida truncada del doctor-espía, la falsa campaña de vacunación llevó a que se extendiera la desconfianza hacia cualquier grupo de médicos o enfermeros que pretendían programas de inmunización, tales como la polio, enfermedad sobre la que la OMS declaró a principios de este mes alerta mundial ante el aumento de casos de un mal que se creía erradicado.
El fraude que representaba el doctor Afridi fue revelado en 2011, tras la muerte de Bin Laden, por un periódico británico y confirmado por el entonces director de la CIA Leon Panetta. La exposición a la luz pública de la estratagema llevó a que varios grupos de aldeanos de las zonas tribales en la frontera afgana y grupos de talibanes dieran por abierta la veda contra los trabajadores sociales que llevaban a cabo auténticas campañas de vacunación, acusándolos de espías. En su momento, la OMS (Organización Mundial de la Salud) reconoció que la treta de la Agencia de Inteligencia norteamericana había sido sin duda un duro revés para los esfuerzos de sus campañas.
