Edgar Ricardo Naranjo/Rebelión
¿Quién no recuerda el día en el que la estrella roja, ubicada en el centro de una gorra de corte militar que descansaba sobre un pasamontañas negro, contrastaba con el verdor de unos ojos que en ocasiones pestañeaban por la molestia que producía el humo de una pipa? Estas imágenes despertaron la atención del mundo entero, cuando al dirigirse ante la opinión pública el Subcomandante Insurgente Marcos mencionó: “Por mi voz habla el Ejército Zapatista de Liberación Nacional”. La aparición en público del Sup posibilitó la continuación de un ideario colectivo de exigencias y propuestas autónomas, forjadas en el interior de las comunidades indígenas chiapanecas (Tzotziles, Tzeltales, Tojolabales); demandas reivindicativas que anunciaron el 1 de enero de 1994 el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Por otro lado, también recordaremos el día en el que el Sup, después de asistir al funeral del compañero Zapatista Galeano, asesinado por integrantes de una organización conocida con el nombre de CIOAC el mes de mayo de este año, pronunció: “Dicho todo lo anterior, siendo las 02:08 del 25 de mayo del 2014 en el frente de combate suroriental del EZLN, declaro que deja de existir el conocido como Subcomandante Marcos, el autodenominado subcomandante de acero inoxidable (…) Buenas tengan compañeros y compañeras. Mi nombre es Galeano, Supcomandante Insurgente Galeano” (SupMarcos, 2013). Con la desaparición discursiva del SupMarcos, no solamente se transformó el símbolo y desvaneció el holograma, sino que se evidenció el proceso político de resistencia zapatista que venía caminando hace más de 20 años. Ese día nació el Supcomandante Insurgente Galeano.
Ese mismo día se demostró lo que ya se había enseñado en las escuelitas zapatistas, en donde asistimos centenares de personas, para escuchar con el corazón lo que nuestrxs compañerxs zapatistas entendían por Libertad. Acompañadxs de un Votán, “Guardián y corazón del pueblo, Guardián y corazón de la tierra, Guardián y corazón del mundo” (SupMarcos, 2013), caminamos por los territorios autónomos zapatistas para comprender de la voz de los compas, que la libertad no se conquista ni con acuerdos, ni con plantones, se consolida a partir de la iniciativa de los pueblos. Podemos decir que ya nos podemos gobernar, estudiar, decidir cómo vamos a vivir- nos decían.
Al arribar al caracol de la Realidad nos recibieron gritando: “Que viva el EZLN, Que vivan lxs alumnxs de la Escuelita”. Nuestrxs guardixnxs, lxs Votanes, nos acompañaban a los lugares asignados para descansar, muchxs de ellxs no habían vivido en carne propia el levantamiento del 94, pero llevaban en su caminar el legado de un historial de lucha, organización y resistencia. El Votán con el que me movilicé de arriba abajo no había cumplido los 20 años y al referirse constantemente al proceso zapatista me decía: para muchos es una utopía, para nosotrxs es una Realidad.
De las interminables conversaciones con el Votán y lxs compañerxs bases de apoyo de la comunidad zapatista a la cual nos desplazamos para aprender en la practica el significado de la libertad, comprendí que la autonomía en estos territorios se constituyó sin pedir permiso, sin recibir los recursos del gobierno mexicano, que con sus programas asistencialistas intentaron dividir el movimiento. Si bien esta guerra de baja intensidad presiona día tras días a estas comunidades, lxs compas bases de apoyo siguen en pie de lucha, cultivando sus milpas, produciendo sus productos y logrando gobernarse de la manera que colectivamente se ha concertado, -nos mantenemos sembrando, no aceptamos ayuda del mal gobierno- decían.
Las bases de apoyo zapatistas continúan construyendo y protegiendo un proyecto político que no termina, un proceso que intentaron aplacar con el cobarde asesinato del compañero Galeano, Votán, Guardián y corazón del Pueblo, Guardián y corazón de la tierra, Guardián y corazón del mundo.
Pensaron que al acallar su voz podrían silenciar a lxs Zapatistas quienes hablan y resisten por si solxs. Se imaginaron que el liderazgo dependía de una sola persona, creyeron que el Zapatismo podía declinar, anunciaban que con la desaparición del SupMarcos la estructura organizativa se vendría abajo. Pero no fue así, el zapatismo se transforma, se renueva, se fortalece, su metamorfosis cotidiana emprende el rumbo de un sendero que se pierde en la lejanía del horizonte, de ese horizonte de esperanza que nos enseña la fuerza que tiene la palabra resistencia, que se edifica días tras día, que se pone en la practica desde lo individual, familiar, colectivo y comunitario.
Cuando escuchamos por última vez las palabras del SupMarcos, se comenzaba a diluir el holograma que lxs zapatistas crearon y le mostraron al mundo, pero con la aparición del SupGaleano se reforzaba el ideario de la fuerza colectiva que solidifica la propuesta Zapatista, edificada por centenares de manos y voces que proclaman la libertad y la autonomía como fundamentos de su digna lucha contra “el mal gobierno”. Según el SupMarcos las comunidades zapatistas decidieron destruir al personaje, acabar con el holograma para seguir sembrando la semilla zapatista que no dejará de germinar y florecer, “es nuestra convicción y nuestra practica que para rebelarse y luchar no son necesarios ni lideres ni caudillos ni mesías ni salvadores. Para luchar se necesita un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización”.