Thomas Gualtieri/El País
La revolución del fracking ha conseguido por fin cambiar equilibrios que se habían quedado inalterados durante décadas: Estados Unidos se convirtió en 2014 en el mayor productor mundial de petróleo, por delante de Arabia Saudí, y superó a Rusia en la clasificación de los países que extraen más hidrocarburos —el conjunto de crudo y gas—. El método de la fracturación hidráulica permitió al gigante norteamericano satisfacer el 90% de sus necesidades energéticas.
Los datos que documentan el nuevo orden mundial del petróleo aparecen en el anuario estadístico de 2015 que British Petroleum presentó esta semana en Londres, una guía considerada de referencia en todo el mundo. Certifican el avance de Estados Unidos hasta alcanzar el liderazgo, una circunstancia que se veía venir desde hace tiempo. El año pasado fue clave para el mercado del crudo. El desplome de los precios en un 50% ha sentado las bases de una guerra comercial entre los productores tradicionales del Golfo Pérsico y las empresas de EE UU.
El país norteamericano vive un boom petrolero. En 2014 la producción de EE UU subió en 1,6 millones de barriles al día —el mayor incremento a nivel global— y alcanzó los 11,6 millones de barriles diarios, un 15,9% más que en 2014 y 139.000 por encima de Arabia Saudí. Se convirtió así en el primer país en aumentar su producción en al menos un millón de barriles al día durante tres años consecutivos, lo cual le permitió satisfacer el 90% de sus necesidades energéticas. Bob Dudley, economista jefe de BP, ha definido el liderazgo de EE UU como “una perspectiva impensable hace 10 años”.
Las cifras elaboradas por la petrolera británica demuestran una mejora de la eficiencia productiva de las empresas estadounidenses, ya que el aumento de producción se registra mientras el número de pozos activos en ese país toca nuevos mínimos: según la empresa de servicios petroleros Baker Hughes, la semana pasada ascendían a 868. Es la cifra más baja desde enero de 2003 y significa que hay 992 pozos menos que en el mismo periodo de 2014.
Pese a la actual sobreoferta mundial, la OPEP —el cartel de los productores tradicionales— lleva meses sin rebajar su producción. Como consecuencia, abarata el precio del crudo y así dificulta que el negocio de las firmas norteamericanas sea rentable. Si bien ha conseguido expulsar a algunas de las compañías del mercado, esta estrategia ha acabado por tener también un revés positivo para EE UU, que ha mejorado su eficiencia.
Oferta abundante
“El punto ahora es qué va a hacer Estados Unidos con todo este petróleo. Una oferta doméstica sobreabundante puede inducir una bajada de los precios y hasta llevar a un parón de la producción. Para evitarlo hay dos alternativas: levantar el bloqueo a las exportaciones en vigor en EE UU; o invertir en el sector del refino, que ahora mismo no está listo para tratar el petróleo ligero que se extrae en EE UU”, explica Henry Tchilinguirian, analista del banco BNP Paribas. “No es casual que la cantidad de petróleo almacenado en EE UU sea 92 millones de barriles más que la media de los últimos cinco ejercicios en este mismo periodo del año. Y, en efecto, hay señales de que algo se está moviendo en el sector del refino”, añade.
“El auge de la industria petrolera estadounidense implica que ahora, además de Arabia Saudí, existe otro swing producer [un estado cuyas fluctuaciones productivas pueden afectar los equilibrios del mercado]. Y esto mantendrá el crudo barato, con un beneficio para la economía global”, afirma Álvaro Mazarrasa, director de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP).
Arabia Saudí, por su parte, tiene intención de seguir con su batalla. El pasado abril aumentó su producción en 13.700 barriles diarios, según los datos de la OPEP. A pesar de que, según BP, la producción mundial de crudo creció el año pasado más del doble del consumo.
El duelo entre los dos grandes productores parece entonces lejos de concluir: “La industria petrolera de EE UU cuenta con un modelo de producción parecido al de la industria manufacturera. Las empresas pueden activar o parar la producción con facilidad, y esto las ayudará a la hora de ajustarse a lo que les pida el mercado”, asegura Mazarrasa.