El conflicto potosino ha tenido la virtud de clarificar el problema de fondo de la nación boliviana: salir del modelo dependiente y empobrecedor que soporta desde su fundación como República para iniciar un verdadero proceso de liberación nacional económica y política, a la altura de los desafíos de la revolución tecnológica del siglo XXI.
FOTO: Movilización de miles de potosinos luchando por sus reivindicaciones.
Mirko Orgáz García
El conflicto de Potosí está vinculado, entre otros factores, a la crisis económica que genera el extractivismo minero, y a la baja de los precios de las materias primas en el mercado internacional.
Potosí es el departamento más extractivista del país y más allá de la legitimidad y legalidad de los 26 puntos que encarna su demanda cívica lo que el departamento busca, en el fondo, es salir del pozo del modelo improductivo que lo ha llevado a depender invariablemente de los ciclos y demanda de materias primas determinado por el sistema capitalista.
Potosí busca una alternativa al modelo de desarrollo extractivista y dependiente que el gobierno del MAS profundizó los últimos diez años.
Los datos de este proceso de afianzamiento de la dependencia de la economía nacional el último decenio son contundentes: el año 2014 el 82% de las exportaciones fueron de minerales e hidrocarburos y solo un 17% productos no tradicionales, como soya y textiles. El crecimiento del PIB registrado el año 2013 fue del 6,78%, pero sin minería e hidrocarburos sería menos del 3%. A esto hay que añadir la prevalencia de una débil industrialización y la falta de una política de desarrollo productivo y diversificado.
El gobierno del MAS ha disfrutado de una “bonanza económica”, los últimos 10 años, que ha dependido de la profundización del incremento de las exportaciones de gas, minerales, soya hacia el mercado internacional y el aumento de precios de las materias primas. Algo de esto ha “goteado” a las regiones como Potosí, vía impuestos, regalías, generación de empleos precarios en la minería y agregación de la demanda interna.
Sin embargo, la caída de los precios de las materias primas ha generado una reducción cercana al 30% de los ingresos por exportaciones del país hasta el primer semestre del 2015 y ha provocado el marco económico de crisis del conflicto de Potosí que ha vivido este decenio de la explotación de minerales fundamentalmente.
Este modelo improductivo, dependiente y extractivista de larga data, hace que este departamento, a pesar de ser un pilar fundamental de la economía nacional, sea uno de los más pobres, con altas tasas de desempleo y sin industrialización. El informe del PNUD del año 2010, establece que tiene la mayor cantidad de personas sin acceso a los servicios básicos en salud, educación y con más bajos ingresos y junto a Chuquisaca son los departamentos más desiguales en términos de ingresos y los más pobres.
Lo que hace más grave el tema es que la crisis de las materias primas no es algo coyuntural. Si vemos el comportamiento de los precios de los minerales, éstos vienen cayendo sostenidamente desde el año 2012, y en el caso de la soya, el petróleo y el gas desde el año 2014. Estamos frente a una caída general de los precios de las materias primas.
La respuesta gubernamental frente a este panorama es: liberalización de impuestos a la minería, apertura de las áreas protegidas a la exploración y explotación petrolera, intensificación de las exportaciones de materias primas y endeudamiento, es decir, una vuelta de tuerca al modelo extractivista y dependiente que profundizará el empobrecimiento de las regiones y del país en su conjunto.
Por el contrario, Potosí y el país necesitan un nuevo modelo de desarrollo productivo, tecnológico y sostenible. En lo concreto, necesita energía que es igual a desarrollo para garantizar los emprendimientos industriales que exige: Fábrica de cemento, parque industrial, industrialización del litio y los minerales que hoy se van como concentrados al mercado internacional, vía la construcción de un gran gasoducto desde el chaco hasta el altiplano para gasificar esa región y el país en su conjunto como lo pidió el pueblo alteño a través de la Agenda de Octubre: “gas para los bolivianos”. Nacionalizar su minería, por ejemplo, San Cristóbal que deja pobres ingresos al país y al departamento.
El conflicto potosino ha tenido la virtud de clarificar el problema de fondo de la nación boliviana: salir del modelo dependiente y empobrecedor que soporta desde su fundación como República para iniciar un verdadero proceso de liberación nacional económica y política, a la altura de los desafíos de la revolución tecnológica del siglo XXI.
Este es el fondo del asunto. Potosí es un problema nacional.
