Ignacio Fariza/El País
El petróleo sigue rompiendo previsiones. El barril de brent, el de referencia en Europa, bajó durante la jornada de este lunes hasta los 36,3 dólares, un nivel inédito desde la Nochebuena de 2008, pese a cerrar la sesión en plano. Tras este nuevo mínimo —en el último mes se deja casi un 20%— emergen dos factores: la promesa de Irán de incrementar sus exportaciones una vez se levanten las sanciones internacionales y la constatación, por parte de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), de que la sobreabundancia de crudo perdurará en 2016. Las apuestas bajistas se han multiplicado en los últimos días.
Los expertos en mercados energéticos empiezan a agotar todos los calificativos. ¿Quién podría imaginar hace una década que el barril de brent cerraría 2015 por debajo de los 40 dólares? A falta de 12 jornadas, sería una sorpresa mayúscula que no lo hiciera. Desde que perforara esta barrera psicológica, la semana pasada, el barril de referencia en el Viejo Continente se deja un 5% y en lo que va de año pierde más de la tercera parte de su valor.
Al otro lado del Atlántico, y pese al estirón en el tramo final de la sesión que provocó que cerrara en verde, el estadounidense Texas bajó este lunes de los 35 dólares por primera vez desde 2009, cuando la economía mundial sufría los embates de la Gran Recesión y la demanda estaba bajo mínimos. Hoy, en cambio, el abaratamiento del crudo se produce en un momento de mejora generalizada de los indicadores en EE UU y, en menor medida, en Europa. Hasta la economía china, que ha vivido en 2015 su particular annus horribilis, ha dado en los últimos tiempos ligeras muestras de mejoría.
En el corto plazo, los analistas ven tres explicaciones a esta nueva caída. En primer lugar, el desacuerdo hace 10 días en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sobre el límite de producción de sus miembros significa, en la práctica, el levantamiento de dicho techo. En segundo lugar, lejos de pronosticar el fin de la sobreoferta, la AIE señaló el pasado viernes que el consumo mundial de crudo tocó techo en el tercer trimestre de este año y dejó entrever que en 2016 la oferta seguirá superando, con creces, la demanda. Por último, Teherán ha dejado claro que entrará en los mercados internacionales sea cual sea el precio del crudo. “No hay ninguna probabilidad de que eso no suceda”, subrayó este lunes el viceministro iraní de petróleo, Amir Hossein Zamaninia. Todos estos argumentos apuntalan la previsión, ya generalizada, de que la actual inundación del mercado petrolero no es una situación transitoria, sino que tiene visos de permanencia: en los últimos cinco días las apuestas bajistas han repuntado más de un 6% en el mercado norteamericano, augurando una nueva vuelta de tuerca en los precios. “El sentimiento del mercado se ha tornado decididamente pesimista”, resumía este lunes Mike Wittner, especialista en petróleo de Société Générale, en declaraciones a Bloomberg. “Hará falta un fuerte catalizador para que los precios encuentren un soporte”.
En el largo plazo, la cuestión es algo más compleja. En 2007, el libanés-estadounidense Nassim Nicholas Taleb acuñó la expresión “cisne negro” para referirse a todo evento improbable e impredecible y de consecuencias imprevisibles que tiene la capacidad de cambiar un statu quo. En el caso del crudo, este hecho tiene nombre y apellidos: fracturación hidráulica. Desde la irrupción definitiva del fracking en el último lustro, esta técnica no convencional que permite extraer hidrocarburos de los que se tenía constancia de su existencia, pero que no se podían comercializar, ha multiplicado la oferta, rebajando los precios y ha permitido al protagonista de su desarrollo, EE UU, superar a Arabia Saudí y hacerse con el cetro de primer productor mundial. Pero, sobre todo, ha demostrado su capacidad para cambiar el mapa mundial del crudo y relegar a la otrora todopoderosa OPEP a un papel secundario.
Las petroleras europeas se hunden en Bolsa
La bajada del precio del crudo se deja sentir también en los mercados de valores. Las principales petroleras del Viejo Continente volvieron a caer ayer tras varias jornadas en rojo y se preparan para cerrar uno de sus peores ejercicios en los últimos años. La más castigada es la anglo-holandesa Shell, que ayer se dejó más de un 3,5% tras anunciar la supresión de 2.800 puestos de trabajo como parte de su proceso de fusión con la también británica BG. En las últimas cinco sesiones, Shell también lidera las caídas (-8%), seguida por la italiana Eni (-7%), la española Repsol (-6%) y la francesa Total (-5%).