Jan Martínez Ahrens/El País
México sigue con el cinturón apretado. El recorte en el gasto iniciado el año pasado por el Gobierno de Enrique Peña Nieto supondrá en 2016 la liquidación de al menos 25.000 plazas en el sector público. El tijeretazo, según fuentes oficiales, se repartirá entre el personal federal (15.000 tanto eventuales como estructurales) y la desfalleciente empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), que se enfrenta además a un inminente rescate financiero.
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Detrás del ajuste se agazapa, nuevamente, la crisis del crudo. Convertida en el gran ogro de la economía mexicana, la caída del barril ha mermado las arcas públicas. La partida petrolera ha registrado en 2015 su peor resultado desde 1994, quedándose en 840.000 millones de pesos (46.000 millones de dólares), un 33% menos que el año anterior. Este resultado supone pasar de un 30% de ingresos procedentes del crudo al 20%. Una sacudida de 10 puntos, pero ninguna sorpresa.
No sólo el desplome del precio (-49%) y la producción (-6,9%) hacían temer esta bajada, sino que el propio Gobierno, al igual que ha ocurrido con la economía real, se ha puesto como línea maestra reducir esta dependencia petrolera y aumentar los aportes de otras fuentes. Esto ha ocurrido precisamente con la recaudación a ciudadanos y empresas. Los ingresos tributarios, cebados por la impopular reforma fiscal puesta en marcha en 2014, subieron un 27% y alcanzaron un máximo histórico: 2,361 billones de pesos (131.000 millones de dólares). Un éxito para la Secretaria de Hacienda, que dirige Luis Videgaray, pero que a duras penas pudo contener la sangría petrolera, como demuestra el aumento del 15% del déficit fiscal.
En este escenario, los especialista coinciden en que 2016 será otro año de vacas flacas. El precio del crudo se mantendrá bajo y la economía mexicana seguirá encadenada a su destino histórico: avanzar, pero cuesta arriba. Los últimos cálculos señalan que el PIB creció en 2015 un 2,5%, cuatro décimas más que el año anterior, y para este año se espera una leve mejoría pero no está claro que pueda superar el 3%. En un entorno latinoamericano recesivo, con su principal rival, Brasil, en caída libre, estos datos revelan la enorme estabilidad del país norteamericano y su capacidad para mejorar pese a la adversidad petrolífera. Pero también una debilidad estructural. Con este balance, se hace extremadamente difícil alcanzar el reto que se impuso Peña Nieto al inicio de su mandato de conseguir un aumento anual del PIB del 5%. La cifra mágica por la que México tomaría la senda de una prosperidad largamente diferida y acabaría con la maldición que le ha impedido enfrentarse a su principal reto, la pobreza.