Rio 2016: De Ciudad de Dios al oro olímpico

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La judoca brasileña Rafaela Silva conquista el podio, pese a ataques y frustraciones

La Jornada/Agencias

La judoca Rafaela Silva, originaria de la favela más grande del país, conquistó este lunes la primera medalla de oro para Brasil en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

“Ver a alguien como yo, que salió de Ciudad de Dios y comenzó el judo a los cinco años como un juego, ser campeona mundial y olímpica es algo inexplicable. Ahí no hay mucho para hacer; no tenemos objetivos, nunca salimos de ahí… pero si esos niños tienen un sueño, tienen que creer que se puede hacer realidad”, expresó luego de imponerse en la final de 57 kilos a la mongola Sumiya Dorjsuren, la número uno del mundo.

“Dedico esta medalla a todo el pueblo brasileño”, dijo la judoca de 24 años, que con la medalla en el cuello estalló en llanto mientras el himno brasileño sonaba por primera vez.

Apoyada por el estruendoso público, Silva se impuso con un wazari en el inicio del combate.Se convirtió en 2013, también en su ciudad natal, en la primera brasileña en ganar un título mundial de judo.

El título olímpico le permite borrar el sabor amargo que le dejaron los Juegos de Londres hace cuatro años, donde fue descalificada en los octavos de final por un golpe ilegal, que estuvo a punto de hacerle tirar la toalla.”Tras mi derrota en Londres pensé que iba a abandonar el judo”, admitió. Sin embargo, el golpe la hizo reaccionar: “Empecé a trabajar con una sicóloga, que no me dejó. Mi entrenador me incentivaba cada día. Me entrené al máximo y este es el resultado”.

En 2012 fue víctima de un racismo despiadado, con un torbellino de mensajes denigrantes. Ofensas a las que hoy respondió con su medalla en el pecho.

“Esta medalla es una respuesta a todos los que me insultaron y me dijeron que el judo no era cosa de monos, que el lugar de los monos era en una jaula, no en unos juegos; que yo era la vergüenza de mi familia”, señaló.

Si algo resume la saga de vida de esta joven es el mensaje que luce en su bíceps izquierdo, junto a los anillos olímpicos: “Sólo Dios sabe lo mucho que sufrí y lo que tuve que hacer para llegar aquí”.

El camino hacia la medalla, que coloca sobre su ojo derecho como si fuera una lupa cada vez que le van a tomar una fotografía, costó mucho más que el entrenamiento, disciplina y dedicación que conlleva la práctica profesional de un deporte.

“No tenía quimono para entrenar. Entonces mi profesor (Geraldo Bernardes) me dio uno que me quedaba grande, pero ganaba todas las competiciones. Mi familia no tenía dinero para pagarme los pasajes para que yo pudiera ir a competir. Mi profesor usaba su tarjeta de crédito para que yo pudiera ir”, recordó.

La situación económica no parece haber cambiado mucho en su Ciudad de Dios, la favela que se localiza muy cerca del Parque Olímpico en el que Silva obtuvo su oro, y que fue inmortalizada por el cineasta Fernando Meirelles en la película del mismo nombre.

“Creo que en mi barrio deben estar festejando mis familiares, quienes no tenían dinero para comprar entradas para estar aquí”, admitió.

Un año después de Londres, con la tenacidad y la mentalidad de acero que la caracterizan, logró el título mundial.Sobre su triunfo de este lunes, la deportista local resaltó que “la torcida me ayudó bastante, el tatami incluso temblaba; por eso pensé que no podía decepcionar a todas esas personas que vinieron a verme”

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