MÉXICO.
PRIMERO DE ENERO DEL 2017.
Hermanas y hermanos del Congreso Nacional Indígena:
Compañeras, compañeros y compañeroas de la SEXTA nacional e internacional:
Pueblos de México y el mundo:
Hace 23 años nos alzamos en armas contra el olvido.
La indignación y la desesperación nos obligaron a disponernos a morir para vivir,
Para vivir de la única forma que vale la pena vivir, con libertad, con justicia, con democracia.
El pueblo de México nos miró y nos habló, nos dijo que nuestra lucha y nuestras demandas son justas, pero que no está de acuerdo con la violencia.
Conforme se fueron conociendo las condiciones inhumanas de nuestra vida y nuestra muerte, en todas partes se estuvo de acuerdo en que las causas de nuestro alzamiento no se podían cuestionar, aunque sí la forma en que se manifestó nuestra inconformidad.
Ahora las condiciones del pueblo de México en el campo y la ciudad están peor que hace 23 años.
La pobreza, la desesperación, la muerte, al destrucción, no son sólo para quienes poblaron originalmente estas tierras.
Ahora la desgracia alcanza a todas y a todos.
La crisis afecta también a quienes se creían a salvo y pensaban que la pesadilla era sólo para quienes viven y mueren abajo.
Gobiernos vienen y van, de diferentes color y banderas, y lo único que hacen es empeorar la cosas.
Con sus políticas, los único que hacen es que la miseria, la destrucción y la muerte lleguen a más y más gente.
Ahora nuestras hermanas y hermanos de las organizaciones, barrios, naciones, tribus, y pueblos originarios, organizados en el Congreso Nacional Indígena, han decidido gritar su YA BASTA.
Han decidido que no van a permitir que se siga destruyendo nuestro país.
Han decidido no dejar que el pueblo y su historia mueran por la enfermedad que es el sistema capitalista.
Un sistema que, en todo el mundo, explota, despoja, reprime y desprecia a los seres humanos y a la naturaleza.
El Congreso Nacional Indígena ha decidido luchar para sanar nuestros suelos y nuestros cielos.
Y lo han decidido hacer por los caminos civiles y pacíficos.
Sus causas son justas, innegables.
¿Quién les cuestionará ahora el camino que han elegido y al que nos están llamando a todas, a todos, a todoas?
Si no se respeta, si no se saluda, si no se apoya su lucha y el camino que siguen, entonces ¿qué mensaje dan como sociedad?, ¿qué caminos le dejan a la indignación?
Hace 23 años iniciamos nuestro alzamiento, pero nuestro camino era excluyente, no podían participar todas, todos.
Ahora, el Congreso Nacional Indígena nos llama a una lucha en que podemos participar todos, todas; sin importar la edad, el color, el tamaño, la raza, la religión, la lengua, la paga, el conocimiento, la fuerza física, la cultura, la preferencia sexual.
Quienes viven, lucha y mueren en el campo y en ciudad tienen ahora un camino de lucha donde se unen con otras y otros.
La lucha a la que nos llama y nos invita el Congreso Nacional Indígena es una lucha por la vida con libertad, con justicia, con democracia, con dignidad.
¿Quién se atreve a decir que es una lucha mala?
Es la hora de que todo el pueblo trabajador, junto con los pueblos originarios, cobijados por la bandera del Congreso Nacional Indígena, que es la bandera de los originarios, se unan en esta lucha que es para quienes no tienen nada, más que dolor, rabia y desesperación.
Es la hora de los pueblos, de todos, del campo y de la ciudad.
Eso es lo que nos está diciendo el Congreso Nacional Indígena.
Nos está diciendo de que ya basta de esperar que otros u otras quieran decirnos qué hacer y cómo, que nos quieran mandar, que nos quieran dirigir, que nos quieran engañar con promesas y mentiras descaradas.
Nos está diciendo que cada quien en su lugar, con su modo, con sus tiempos, se mande a sí mismo, misma; que los mismos pueblos se dirijan a sí mismos, que no más mentiras, que no más engaños, que no más políticos que sólo ven su trabajo de gobierno como una riqueza de robar, de traicionar, de venderse.
Nos está diciendo que hay que luchar por la verdad y la justicia.
Nos está diciendo que hay que luchar por la democracia, que quiere decir que mismo pueblo manda.
Nos está diciendo que hay que luchar por la libertad.
Son sabedoras y sabedores quienes están en el Congreso Nacional Indígena.
Llevan siglos resistiendo y luchando por la vida,
Saben de resistencia, saben de rebeldía, saben de lucha, saben de vida.
Saben quién es el responsable de los dolores que azotan a todas y a todos, en todas partes, todo el tiempo.
Al Congreso Nacional Indígena, por esta lucha que hoy emprende, lo van a atacar, lo van a calumniar, lo van a querer dividir, lo van a querer comprar.
Van a buscar por todos los medios que se rindan, que se vendan, que claudiquen.
Pero no van a poder.
Llevamos más de 20 años de conocernos personalmente, y más de 500 años de conocernos en destrucción, en muerte, en desprecio, en robo, en explotación, en historia.
Su fortaleza, su decisión, su compromiso, no viene de sí mismos, de sí mismas.
Viene de las organizaciones, barrios, naciones, tribus y pueblos originarios en los que nacieron y se formaron.
Nosotras, nosotros, zapatistas, nos preparamos 10 años para iniciar nuestra lucha un primero de enero hace 23 años.
El Congreso Nacional Indígena se preparó 20 años para llegar a este día y mostrarnos un buen camino.
Si lo seguimos o no, ya será decisión de cada quien.
El Congreso Nacional Indígena va a hablar con verdad, va a escuchar con atención.
No es juego su lucha del Congreso Nacional Indígena.
Ellas y ellos nos han dicho que van por todo, para todas y para todos.
Y eso quiere decir que:
Van por el respeto de los derechos humanos.
Van por la liberación de todas y todos los presos políticos.
Van por la presentación con vida de las desaparecidas y desaparecidos.
Van por la justicia para quienes han sido asesinados,
Van por verdad y justicia para los 46 ausentes de Ayotzinapa.
Van por apoyo a los campesinos y respeto a la madre tierra.
Van por una vivienda digna para todos los de abajo.
Van por alimentación suficiente para todos los desamparados.
Van por trabajo digno y salario justo para los trabajadores del campo y de la ciudad.
Van por salud completa y gratuita para todos los trabajadores.
Van por educación libre, gratuita, laica y científica.
Van por la tierra para quien la trabaja.
Van por las fábricas para los obreros y obreras.
Van por las tiendas y bancos para los empleados y empleadas.
Van por el respeto al comercio ambulante, y al pequeño y mediano comercio.
Van por el transporte público y comercial para quienes conducen los vehículos.
Van por el campo para los campesinos.
Van por la ciudad para los ciudadanos.
Van por el territorio para los pueblos originarios.
Van por la autonomía.
Van por la autogestión.
Van por el respeto a toda forma de vida.
Van por las artes y las ciencias.
Van por la libertad de pensamiento, de palabra, de creación.
Van por la libertad, la justicia y la democracia para el México de abajo.
A eso nos están llamando.
Cada quien podrá decidir si esa lucha es buena, si es buena esa idea, si responde o no al llamado que hacen.
Nosotras, nosotros como zapatistas que somos, respondemos: sí vamos con ustedes, sí vamos con el Congreso Nacional Indígena.
Veremos las formas de apoyarlos con toda nuestra fuerza.
Los apoyaremos porque la lucha que ustedes proponen, hermanas y hermanos del Congreso Nacional Indígena, es tal vez la última oportunidad de que estos suelos y estos cielos no desaparezcan en medio de la destrucción y la muerte.
Así que sólo tenemos que decirles:
Escuchen el corazón, el dolor y la rabia que hay en todos los rincones de este país.
Caminen y que retiemble en sus centros la tierra con sus pasos.
Que se asombren estos suelos mexicanos.
Que los cielos los miren con sorpresa y admiración.
Que los pueblos del mundo, en la decisión y firmeza de ustedes, aprendan y se animen.
Y sobre todo, no importa qué pase ni todo lo que tienen en contra, no importa que los ataquen de todas las formas, como quiera no se rindan, no se vendan, no claudiquen.
¡LIBERTAD!
¡JUSTICIA!
¡DEMOCRACIA!
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
A nombre de las mujeres, hombres, niños y ancianos del EZLN.
Subcomandante Insurgente Moisés.
México, enero del 2017.