“¿Por qué Estados Unidos (EU) no está en guerra con Venezuela si tienen todo ese petróleo y están justo en nuestra puerta trasera?” Donald Trump hizo las preguntas en julio de 2017, en sesión de trabajo con funcionarios de seguridad nacional. Los medios no les dieron difusión, pero Andrew McCabe, ex director -entonces “en funciones”– de la FBI, con una relación profesional y personal difícil y tensa con Trump, las dio a conocer en su libro The Threat (St. Martin 2019), escrito bajo el lema: “entre un mundo en caos y otro en orden, está la vigencia del Estado de Derecho”. Poco después McCabe, entrevistado por Lawrence O’Donnell de MSNBC amplió el dato: “Las palabras del presidente iban con el argumento de un: no entiendo por qué no estamos centrándonos en Venezuela y ¿por qué no estamos en guerra con Venezuela?”
Esa ha sido obsesión de Trump desde antes de su arribo a la Casa Blanca, armado de su “negacionismo climático” al gusto de ExxonMobil, Shell, Chevron-Texaco, BP y Conoco Phillips. En julio de 2018, reforzando a McCabe, Jeremy Diamond de la CNN reveló que según un testigo, Trump “había consultado la posibilidad de invadir Venezuela” en una reunión de 2017 con expertos en política exterior sobre las sanciones diplomáticas contra la República Bolivariana de Venezuela (RBV).
En 2018/19, John Bolton entrevistado por Trish Regal de Fox Business, en la misma línea y tono de su jefe, habló de “lo mucho que está en juego en la crisis política venezolana” y mencionó “al petróleo venezolano” y “los beneficios que podría derivar EU. Ese petróleo significará una gran diferencia económica para EU, si lográramos que las compañías petroleras de EU inviertan y gestionen las capacidades del petróleo en Venezuela”. (Textual: “ It will make a big difference to the US economically if we could have American oil companies invest in and produce the oil capabilities in Venezuela”). Enseguida EU pidió a sus lacayos, Grupo de Lima (GL), Canadá y Unión Europea, “estrechar el cerco a PDVSA”, la petrolera venezolana.
Recibe rechazo general la arrogancia y la pose de matón de barrio de Mike Pence hacia México exigiendo, desde el GL, que haga a un lado su política exterior de diálogo, no intervención, resolución pacífica de conflictos y que reconozca a Guaidó, un autoproclamado presidente interino. “Ante la ruptura de relaciones de Venezuela con Colombia y Duque teniendo a Guaidó en territorio colombiano”, dice la ironía popular desde las redes: “¿no será que Duque teme que Guaidó se autoproclame presidente interino de Colombia?”
Trump, Pence, Pompeo, Abrams y Bolton bajo el lema de “a PDVSA como al Pemex neoliberal”, van por la desintegración de la petrolera venezolana y por la explotación de la magna reserva de petróleo y gas natural.
¿Qué otra cosa sino un vil despojo es el plan, luego del golpe para que sean las petroleras de EU las que, en palabras de Bolton “inviertan y gestionen las capacidades del petróleo en Venezuela?” Se trata no sólo de la codicia de magnates por lanzar recursos naturales y activos de la RBV al piso de remates y apuestas de Wall Street. El “asunto” se agrava para EU y lleva a Bolton a exclamar: “ese petróleo significará una gran diferencia”. ¿Ante la crisis del capitalismo monopólico junto a la debacle del liderato moral e intelectual de un EU bajo el nacionaltrumpismo y la aceleración de un catastrófico calentamiento global?
La debacle hegemónica se agudiza bajo el creciente impacto de los límites geológicos –y financieros– del gas en lutitas. En EU hay gas natural para 95 años sólo desde una “muy improbable reserva potencial”. Con mucha perforación y suerte, apenas unos 21 años (contados a partir de 2011) de la reserva “probable y probada” y cuando mucho, hasta el 2022 de la “reserva probada.” El pronunciado declive y alto efecto invernadero del gas natural (en lutitas o no) es advertido y medido por el geólogo Arthur Berman y por Anthony Ingraffea en materia de fugas de metano.
En los estudios de la prospectiva del gas natural de la Energy Information Administration (EIA) publicados en 2011 mostrando una presunta abundancia del recurso, la EIA, advirtió que sus cálculos contienen “un alto grado de incertidumbre, empezando con la proyección sobre la dimensión de lo que es técnicamente recuperable en relación al gas shale” y advirtió que “los cálculos contienen muchos supuestos que a largo plazo pueden resultar falsos”. Esas advertencias fueron desoídas por el big oil, en su afán de cabalgar la ola shale, contra las energías limpias y desactivar toda regulación de los gases de efecto invernadero, un afán del capitalismo omnicida endosado por una clase lumpenburguesa imperial y periférica en pos de ganancias vía la aniquilación biológica. Con “el largo plazo” encima, el big oil y secuaces buscan salidas, con alta criminalidad de guerra, en los activos y riquezas del pueblo venezolano.
Jorge Beinstein, in memoriam.
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