Por: Nelson Vila Santos (*)
Uno de los mayores giros en la comercialización y explotación de las materias primas se dio en las últimas cinco décadas, pero se mantuvo invisible a los ojos de la prensa especializada y las regulaciones de los países desarrollados. La obra El mundo está en venta. La cara oculta del negocio de las materias primas de Javier Blas y Jack Farchy devela un enorme nicho de mercado de las materias primas cuyos principales animadores no sólo destacan por su osadía y clarividencia a la hora de hacer negocios sino por su falta de escrúpulos para saltarse o burlar las normas y las restricciones internacionales e incluso arriesgar sus propias vidas para lograr sus extraordinarias ganancias. Un negocio que vinculó a los productores de los países subdesarrollados, consumidores de las grandes metrópolis y las empresas que industrializan petróleo, minerales y productos agrícolas. Son la viva expresión del sueño capitalista: ser millonario sin mediar en las consecuencias, en un periodo comparable incluso con el viejo oeste americano.
El gran despuntar de estos colosos invisibles como Glencore, Vitol y otros, se desprende de tres causas importantes para su emergencia. Primero, el debilitamiento de los oligopolios que controlaban prácticamente toda la cadena de producción de industrias como la petrolera. El ejemplo está en el declive momentáneo de las denominadas “siete hermanas”. Segundo, cambios geopolíticos mundiales que se inclinaron por la nacionalización de las empresas petroleras en medio oriente y luego en todo el mundo. Se debe sumar la caída del muro Berlín que puso en evidencia la debilidad del bloque comunista, controlado por la URSS, para seguir con un modelo económico direccionado por el Estado que estuvo signado por la explotación de materias primas para una incipiente industria cuyo principal auge estaba en la industria aeroespacial y la fabricación de armas. Y, por último, la financiarización del mercado de las materias primas que condujo a la aparición del mercado de futuros a fin de darle certidumbre a los inesperados vaivenes de los mercados internacional y el infaltable respaldo de los grandes bancos a este tipo de negocios. Este es un periodo de ensueño para los emergentes comerciantes de materias primas que les permitió ser puntales de un negocio que estaba restringido sólo a las grandes corporaciones.
Marck Rich fue la figura icónica de este nuevo negocio. De origen suizo, pero que luego adquirió la nacionalidad estadounidense. No contento con romper las reglas y ser políticamente incorrecto privilegiando el dinero a las posiciones políticas e ideológicos de los países occidentales como EEUU, fue uno de los principales quebrantadores de las restricciones que imponía la “comunidad internacional” a los países que eran del “círculo del mal”. En su genialidad no sólo se dedicó a la compra de las valiosas mercancías aprovechando las oportunidades de mercado y las debilidades geopolíticas, sino que sus empresas fungieron como un organismo internacional financiero al estilo del FMI, BM o BID para rescatar de la quiebra a los países altamente endeudados, pero ricos en materias primas. Esto le dio el privilegio de monolopizar ese comercio. Luego dio el salto estratégico, poseer sus propias minas, pozos hidrocarburíferos y plantaciones estratégicas para tener las mejores posiciones de mercado. Rich luego de ser condenado y absuelto por EEUU por sus malas prácticas comerciales fue el ejemplo a seguir por mucho tiempo.
(*)Periodista boliviano y docente universitario